Mi adolescencia parte 1
Mis primeros pasos después de la primer experiencia con ropa de mujer
Un saludo cordial a todas
las seguidoras y seguidores de este Blog. Disculpen mi ausencia, pero ha sido
por diversos motivos. Primero, en el mes de marzo termine mis practicas
profesionales, un paso importante dentro de mi vida profesional, ya que sin
ellas no puedo proseguir con el proceso académico que exige la carrera. Los
seis meses que duraron las practicas profesionales se fueron volando. Hubo
muchas experiencias y aprendizajes nuevos que, aunque no estuve en el área que planteé
inicialmente, me sirvieron mucho ya que me abrió un nuevo panorama de la vida
que esta allá afuera.
De esta manera, oficialmente se considera que
estoy graduada de la carrera, puesto que las materias, servicio social y
practicas profesionales quedaron terminadas. La carrera que estudie es una
ingeniería que combina dos campos muy importantes y de los cuales hay muchas
oportunidades.
La segunda razón de mi
ausencia es mi falta de interés en el blog, al ver que casi no tiene
comentarios. La última publicación del 20 de marzo no logró su objetivo,
desatar alguna controversia. Se que en parte se debe a las pocas personas que
siguen mis posts, que para llegar a más personas falta mucho tiempo, pero no me
desanimo y deposito mi confianza que en un futuro no muy lejano habrá personas
comentando y preguntando por mis posts.
Los que les traigo es una parte de lo que viví
vistiéndome de mujer durante mi adolescencia, una etapa con algunas
dificultades para sobrellevar el travestismo, donde surgen muchas dudas, pero
que uno mismo explora y vive situaciones muy complacientes e inolvidables.
Al llegar a los 12 años, edad
a la que entré a la secundaria, empecé a experimentar muchos cambios, sobre
todo había uno en especial, mi gusto por la ropa de mujer. De la primera vez
que tuve acercamiento y sentí sobre mi piel las prendas de vestir femeninas, a
la edad de 10 años en mi cuarto lleno de esas ganas por vivir esa experiencia,
tuve momentos en los que me negaba a revivir ese día. Encerrado en mi cuarto,
meditaba de lo que había hecho aquel día, escondido en la oscuridad y soledad
de mí cuarto, así como lo hecho en todos los días posteriores donde repetía la
misma escena: quitarme la ropa, ponerme las prendas femeninas escondidas en mi
almohada, pararme y pasearme descalzo sobre el piso frio, moviéndome y haciendo
gestos como si fuera una niña.
Me repetía una y otra vez
que no lo volvería hacer, aunque todo era en vano. Pasaba a lo mucho una semana
y ya estaba otra vez en lo mismo, creyéndome una chica con esa minifalda azul
cielo y la blusa rosada de tirantes puesta. Yo quería saber porque me pasaba
eso. Algo que, sin lugar a duda, para cualquier persona era extraño, más para
mi representaba felicidad. En esos tiempos lo que escuchaba era que los chicos
que eran homosexuales les gustaban vestirse de mujer y salir con otros chicos,
eso me causaba mucha confusión, ya que no me identificaba como gay. Si bien me
gustaba vestirme de mujer, no sentía atracción por algún compañero o amigo, al
contrario, me gustaba mucho una amiga. En fin, me negaba a creer que yo era gay
y me autodefinía como un “hombre afeminado” pero no homosexual.
En la escuela los
compañeros que mostraban alguna debilidad o simplemente no les gustaba lo que
los demás compañeros les hacían, se ganaban apodos como maricon o p*t0. Que
como entenderán hacen referencia a que eres homosexual. Era un simple juego
entre compañeros, sin embargo, cuando se frecuenta mucho este tipo de acoso,
puede llegar a lastimar mucho a las personas. Veía como a muchos compañeros les
pasaba eso, sentía miedo de ser llamado así. Evite a toda costa esa situación,
ya que, con mi sensibilidad, todo podía terminar muy vergonzoso. Aún era muy
sensible a las palabras, y cualquier insulto me podía hacer llorar. ¡Toda una
niña vaya!
Cuando se me pasaba todo
ese remordimiento, por hacer lo que hacía algunas noches a escondidas en mi
cuarto, me entraba de nuevo las ganas. Al paso del tiempo, la ropa que tenía a
mi disposición en mi intimidad ya no me satisfacía y quería más. Llegue a
desear probarme la ropa de mi hermana, pero era muy riesgoso. Si me pasaba al
cuarto de mi hermana en las noches, a probarme su ropa, corría el riesgo de ser
descubierto y de ganarme un castigo que jamás olvidaría. El mismo peligro que
representaba eso, me excitaba y me llamaba a hacerlo.
Durante semanas estuve
practicando, de como entrar al cuarto de mi hermana sin ser descubierto.
Primero que nada, tenía que ser en silencio y rápido, por lo que tenía que
caminar descalzo para no hacer ruido. Hice pequeñas pruebas de pasar al cuarto
de mi hermana, estar unos minutos allí y salir. Media el tiempo para saber que
tanto me podría tardar. Pensaba en las escusas en caso de ser descubierto.
Trataba de saber como estaba acomodada su ropa. Preparaba mi cuarto con
escondites para guardar la ropa que agarraría. Siempre agarre las prendas que
menos usaba, para no levantar sospechas en caso de que no pudiera devolverlas.
Todo fue planeado inteligentemente.
Desde que di el primer
golpe, no pare y descubrí nueva ropa que me hizo volar, literalmente. Aquí fue
donde me probé mis primeros vestidos, uno rojo y uno azul. El rojo tenía
bolitas negras, y el azul era como corrugado. Ambos me los ponía mucho. También
estaba un vestido de mezclilla muy hermoso. Había unos mallones blancos que me
ponía junto a una falda de mezclilla y a una blusa de escote blanca, así como
una blusa verde de escote cruzado en la espalda y detalle de pedrería al
frente. En los zapatos había botas, zapatos tipo escolar, sandalias, zapatillas
y una variedad de zapatos con tacón. Mis favoritos eran unas zapatillas
plateadas y unos zapatos cerrados con tacón alto color beige.
Todas las noches que
podía, me escapaba de mi cuarto en búsqueda de estas cosas, me excitaba mucho
hacerlo. Tenía preparado unas cajas donde depositaba las cosas, me iba probando
una a una las blusas, faldas, vestidos y zapatos, las modelaba, las conservaba
puestas por un rato y luego las devolvía. Si escuchaba algún ruido, acomodaba
lo que podía en la caja, corría a la cama, me aventaba sobre ella y me tapaba
para hacerme el dormido. Esto se repitió muchas veces. Nunca fui atrapada como
tal a excepción de una ocasión.
No satisfecha con tener
el cuarto de mi hermana a mi disposición, sentía las ganas de salir al patio
trasero, sentir el aire sobre mi cuerpo con la ropa femenina puesta. Quería
sentir esa brisa correr en mi entre pierna, debajo de la falda, que la luz
iluminara mi rostro, moverme como una chica libremente, sentirme excitada por
las ganas de salir corriendo a la calle con la ropa puesta. Esto si era una
locura completa, pero lo hice varias veces, igual todo fríamente calculado.
Solo una vez me fallo y desde esa ocasión no se volvió a repetir ese peligroso
movimiento. Tomé una blusa con manga corta, la minifalda azul y salí. Me di
unas vueltas, tenia ganas de hacer pipi y lo hice como una niña. Me bajé la
falda, agache e hice pipi. Seguí dando vueltas en el patio. El error fue que me
tarde demasiado. Iba entrando cuando mi mamá me habló. Del susto corrí al
cuarto a cámbiame de volada, antes de que llegará. Con los nervios no logre quitarme
todo, así que escondí lo que pude y me metí a la cama para taparme con las
sabanas. Cuando me preguntó de que hacía, le respondí que solo salí a hacer
pipi, pero ella no me creyó. Directamente me preguntó si lo que traía era una
falda, lo cual yo negué y dije que era un short. Estaba sumamente nervioso, estaba
casi seguro que ahí me iba a descubrir, de hecho, me cuestiono del porqué
estaba nervioso. Insistió mucho en si lo que traía era una falda, se enojó ante
la negativa en mi respuesta, e hizo como que me creyó. Se fue, no sin antes decirme
que me durmiera. Durante varias noches me estuvo vigilando y no me pudo vestir
en ese tiempo. Hasta que se le olvidó y volví con lo mío. Nunca ha tocado el
tema de aquella noche, a veces pienso que sabe mi secreto.
Desde esa vez que casi me
atrapa mi mamá, fui más cauteloso con todo. Ahora la regla era ya no salir del
cuarto, por lo que toda tenía que estar en él. La ropa se quedaba en mi cuarto
por días escondida dentro de mis cosas, me las ingeniaba para ocultarlas bien.
Solo que el problema era que, por estar la ropa de mi hermana mucho tiempo en
el cuarto, podía levantar sospechas, y me idee algo. Hacer mi propia ropa. No
tenia ninguna idea de como costurar, pero las ganas te hacer ser curioso y
creativo. Como lo que más me gustaba eran faldas y vestidos, fue lo que hice,
además de que lo hallaba algo más sencillo.
De la ropa de mi
almohada, había dos faldas largas, las cuales no me ponía porque las prefería
cortas. Una era color beige y otra azul. Ambas, con hilo las reduce por la
parte de en medio, para que quedaran pegadas alrededor de la cintura, las
corrugue en la parte del pecho, para que pareciera más elegante, y les puse
tirantes de unos brasieres viejos que encontré. De un pedazo de tela grande
color amarrillo forme una minifalda. Me tarde varios días y los diseños como
tal pasaron por varios procesos ya que, al principio, las faldas que use como
vestido solo las ajustaba a mi cuerpo mediante un nudo que les hacía. Luego me
encontré otra falda larga negra, que igual modifiqué como vestido. La verdad me
gustaba mucho hacerlo, sentía que tenía, y que todavía tengo, esa creatividad
para lograrlo y que a la vez me hacía sentirme más femenina.
De vestirme solo en las
noches pasó a las mañanas, cuando me quedaba completamente solitario. Al tener
13 años se me consideró más responsable, por lo que me dejaban solo, lo cual
aprovechaba para probarme toda la ropa que fuera posible, además se le agrego
un complemento vital, la fotografía. Tuve mi primer celular a esta edad, contaba
con cámara, si bien para aquellos tiempos no era muy buena que digamos, servía
para retratarme y así ya no depender de la imagen temporal del espejo, ahí
podría apreciarme las veces que quisiera. Me tomaba fotos en todas las poses
que se me ocurrían, parada, con las manos en la cintura, tirando besitos,
sentada con las piernas cruzadas, coqueta, etc. hasta por debajo de la falda.
Amaba hacer eso, el problema era que, por miedo de que alguien las viera, las
terminaba borrando al poco tiempo, un día a lo mucho duraba las fotos
guardadas. Hoy me arrepiento de haber hecho eso, todos esos hermosos recuerdos captados
se perdieron. En parte era el remordimiento que me entraba, pensar que ponerme la
ropa de mi hermana e imaginar que yo era toda una niña no era lo correcto.
Sentía que por borrar las imágenes todo quedaba resuelto, y si, la conciencia
se calmaba, pero era pasajero.
Entonces, cuando no había
nadie en casa, corría al cuarto de mi hermana, me desvestía completamente,
tomaba su ropa y zapatos para ponérmelos. Me sentía llena de adrenalina y muy
excitada. Por todo el pasillo hacia una pasarela, moviéndome lo más parecido a
una chica, imitando cualquier movimiento que se me viniera a la mente. La
primera vez que me puse zapatillas, caminé por toda la casa, para
acostumbrarme, al principio daba mal un paso y resbalaba, poco a poco fui
adaptándome, hasta finalmente lograr dominarlas. Usaba más las zapatillas
plateadas, porque las sentía muy cómodas. Y cuando me llenaba de valor, salía
al patio a caminar. La mayor parte del tiempo la dedicaba a tomarme fotos, ya
fuera en el cuarto de mi hermana o en mi propio cuarto. En revistas buscaba
mujeres y copiaba sus poses a la hora de tomarme fotos. Me sentaba en alguna
silla, o en la cama, cruzaba las piernas, inclinaba un poco mi cabeza, ponía
las manos cruzadas al frente, hacía como si mandará besitos, acomodaba el
celular en un buen lugar, que captará el mejor ángulo, ponía el temporizador y
posaba para la foto tal como practicaba. Parada ponía las manos en la cintura,
me agachaba, me acostaba sobre la cama, hacía cualquier pose intentando siempre
que se viera lo más afeminado posible.
Hasta el momento, no
había robado alguna prenda, solo las tomaba y las devolvía una vez que
terminaba; sin embargo, las ganas de sentir que la ropa era de mi pertenencia,
me llevo a tomarlas y no devolverlas. Paso una vez, aunque no necesariamente
era ropa que fuera a usar mi hermana o mi mamá. Un día nos regalaron un poco de
ropa, recuerdo que ya iba en tercero de secundaria, para aquel entonces tenía
14 años. Dentro de la bolsa donde venía todo, se encontraba ropa de mujer. No
toda la iban a ocupar, la que les fuera útil se quedaría, la que no se
devolvería. Recuerdo bien que cuando vi un hermoso vestido largo que tenia la
parte de arriba dorado, y la falda color negro con un estampado dorado, me
sentí atraído por él. Me fije en la mente que a toda costa ese vestido sería mío.
Ese vestido iba a ser devuelto ya que nadie lo vio necesario tenerlo,
comentaron que era para vestir en forma elegante. Un día por la noche lo tome para
probármelo. Me encantaba porque me quedaba perfecto, como si hubiera sido
mandado hacer para mí, tenía cierre en la espalda, me costó un poco en esa parte
para ponérmelo, e inclusive pensé en que si me lo ponía no iba a poder quitármelo,
por suerte no paso eso, y termine acostumbrándome a ponérmelo. Un par de veces
recuerdo que lo devolví a la bolsa, pero un día decidí guardarlo y nunca
devolverlo. En mis cosas habilité un espacio para esconderlo, en una caja donde
se encontraban todos los peluches de mi infancia, que seguía adorándolos, escondí
el vestido, utilizando los mismos peluches para despistar. También tomé un
babydoll blanco, en su momento pensé que era una blusa, me quedaba un poco
grande, casi no lo use.
Hasta aquí un poco de los
momentos que viví en la adolescencia. En la siguiente les contare más. Como las
veces que me quede dormida con la ropa puesta sin darme cuenta. Espero les haya
gustado. Besos a todas.
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