Les voy a contar como comenzó todo
Todo tiene un comienzo
Hola a todas y todos.
Espero de todo corazón que estén bien, y si no es así, espero pronto todo este
bien. Ya saben que hay que seguirse cuidando, no hay que bajar la guardia, ya
verán que pronto todo estará bien, ¡vamos a salir de esta! primerio Dios.
Hoy me encuentro muy
emocionada por la nueva historia que les traigo, y no es para menos pues se
trata nada y nada menos de la primera vez en que me puse, y disfruté, la ropa
de mujer. Sin duda una experiencia inolvidable para un travesti. En la publicación
anterior les conté muchas cosas previas al a este acontecimiento, partes
confusas y poco recordadas que en suma incitaron a un momento excitante de mi
vida que siempre llevaré, que surgió como una aparente curiosidad, pero que
nunca se fue y dio paso a algo que para mí es hermoso y se trata de ser Paola.
Sin más preámbulo comencemos…
A la edad de diez años
empecé a sentir una atracción muy fuerte, demasiada extraña para mí en ese
momento, hacía la ropa de mujer; ya no solo era imaginar cómo me vería con ropa
de niña, si no de ponérmela para satisfacer esa curiosidad. Era confuso y más
si sabes que las blusas, faldas, vestidos, zapatillas, todas esas prendas con
colores y formas llamativas son de uso exclusivo para niñas, para una mujer. No
tenía el conocimiento pleno de que pensar en eso fuera algo malo, solo me
sentía raro y a la vez excitado, algo que también era nuevo, sentía que mi
cuerpo cambiaba, que había algo que me pedía, y ese algo solo lo podía
satisfacer poniéndome ropa de mujer. Era algo nuevo que estaba experimentando,
no sabía que hacer, no dije nada por miedo a no ser comprendido, mi mente me
decía, no le digas a nadie que, para quitar esa sensación extraña de mi cuerpo,
tenía que probarme la ropa de mujer. Estos pensamientos los tenía más presentes
por las noches, cuando todo estaba en silencio, tomaba mi sabana y me tapaba,
abrazaba mi peluche favorito, me canteaba de lado y así me quedaba, pensando en
esa extraña sensación, lo sentía como algo necesario, equiparable a jugar con
mi caja de juguetes, que necesitaba mi cuerpo, para sentirse emocionado por el
momento de experimentar nuevas cosas, así como cuando jugaba donde siempre
había algo nuevo que explorar gracias a la ilimitada imaginación de un niño.
Todo esto pasaba por mis pensamientos, hasta que por fin lograba conciliar el
sueño. En el día, la rutina de todos los días de prepararse para ir a la
escuela, no tenía estos desconcertantes deseos, porque ya se estaba volviendo
eso, un deseo de mi cuerpo por una aventura peligrosa. Cada vez que pasaba por
el cuarto de mi hermana y veía una prenda de ella, mi cuerpo estallaba en
emoción, se congelaba para poder admirar lo que había, hasta sentía que mis
pies querían dirigirme hacía adentro, de que cerrara la puerta y me dispusiera
a ver todo lo que había allí; para mí suerte lograba reaccionar y alejarme, ya
que si no iba a ser visto. Era una locura lo que estaba pasando, me sentía
confundido y a la vez excitado por vivir el momento, y el día, el día que cambió
el rumbo de mi pensar y sentir, mi ser, que cambio todo para no ser lo mismo, llego
en lo menos esperado, fue como si el destino me hubiera buscado para
convertirme en lo que soy, ya me había estado buscando, mandando señales por
doquier, para transformarme y mostrarme una nueva faceta dentro de mí, que aún
no era explorada, y solo la podía explorar yo. El destino me puso todo a mis
manos.
Para dormir ponía la
almohada en medio de la cama, y alrededor los muñecos de peluche, osos, un
conejo y un perro. Era mayo y hacía mucho calor, llegó el tiempo de cambiar y
lavar todo, sabanas, cobertores, almohadas e inclusive una lavada a mis
inseparables amigos rellenos de algodón. Yo simplemente salí de mi cuarto, para
que mamá hiciera todos los cambios y limpieza necesaria. En la noche, ya listo
para dormir, estaba inquieto, como era ya costumbré, por esos goces que pedía
mi cuerpo, daba vueltas de un lado a otro, acomodaba mi almohada de lugar,
acomodaba los peluches, mi cama estaba un desorden por mis repetitivos
movimientos, hasta que me dispuse a sentarme, algo cansado por pensar mucho en
lo mismo, miraba mi ventana que estaba entreabierta para que entrará la
claridad, tenía ganas de salir y hacer lo que quería, me pare para caminar
alrededor de mi cama en esa semioscuridad, hasta que me senté y suspire, un
suspiro de resignación por no poder hacer algo para complacerme, tome mi
almohada, la jale con fuerzas por la impotencia que sentía, rápidamente note,
en medio de esa oscuridad y claridad, que algo había caído de ella, que era
ropa con colores y formas no propia de un niño, me pare de nuevo, prendí la luz
y la sorpresa de mi vida que me lleve.
Dentro de la almohada
había ropa de mujer. Supuse que cuando cambio la cama mi mamá, para no dejarme
sin almohada, tomó algún forro y lo rellenó con ropa que no se usaba, que era
de mí hermana. Yo me quede inmóvil, se me hizo un nudo en la garganta, mis pies
empezaron a temblar y mi corazón acelerarse al ver toda esa ropa, mi cuerpo
empezó a experimentar otra sensación extraña, la excitación, sentía como mi
cuerpo me pedía que me quitara la ropa de niño, me pusiera la ropa de mi
hermana encontrada en la almohada y que con mi mano empezara a recorrer partes
de mi cuerpo, principalmente debajo del estómago, por el momento no le preste
mucha atención, en vez de eso subí a la cama de nuevo para revisar todo lo que
había. Vacíe toda la almohada sobre toda la cama, había una linda minifalda
azul cielo con cierre y un cinturón con una mariposa; una blusa rosada con
tirantes blancos y encaje blanco en los bordes; una blusa naranja de manga
corta con botones; un calzón verde con detalles de mariposas; dos faldas largas,
una azul y otra beige; otra blusa, blanca que era algo grande para mí; un
suéter café y más ropa que no era de mujer. Sabía que era de mi hermana por el
tamaño, a excepción de la blusa blanca. Al ver toda esa ropa me excite más,
sabía lo que tenía que hacer, pero tenía miedo de ser descubierto, en cualquier
momento podía entrar mi mamá y descubrirme. Estuve por unos minutos sentado,
admirando toda la ropa que había encontrado, tratando de decidir qué hacer,
nervioso, con los pies y manos temblorosas, con el corazón palpitando, sudando
de la frente; hasta que me decidí a hacer lo que había estado pensando, lo que
me pedía el cuerpo, acabar de una vez con la curiosidad que tenía de niño,
sentir la ropa de mujer en mi cuerpo y observar cómo me vería.
Pegue un brinco de mí
cama hacía el piso, pisando con los pies descalzo el frio suelo, me di la media
vuelta, observe mi cama con toda esa ropa regada, suspire y dije ¡ojalá nadie
me descubra! Acto seguido empecé a quitarme el short que traía puesto, de forma
apresurada, casi tropiezo y caigo, mejor seguí de forma lenta, lo coloque en
una esquina de mi cama, a un lado de mis peluches, después me quite la camisa,
y la puse junto al short para, por último, suavemente, quitarme el bóxer, para
eso me senté en la cama, y lo puse con el short y la camisa. Ya estaba completamente
desnudo, sin nada puesto, estaba nervioso y excitado, con mis manos empecé a
tocarme el cuerpo, primero el pecho, luego el estómago, fui bajando lentamente
mis manos hasta llegar a mi pipi (como lo conocía es ese momento), lo tocaba y
masajeaba, nunca lo había hecho, pero me gustaba, me detuve y toque más partes
de mi cuerpo como nunca antes, lo gocé, explore cosas que ninguna vez llegue a
imaginar hacer. Todo lo hice como si ya estuviera programado en mí. Después de
ese contacto con mi cuerpo, proseguí con la ropa, primero me puse el calzón
verde, que era muy suave, lentamente me lo fui colocando, primero una pierna y
luego la otra, me pare para poder acomodarlo, tome mi pipi y la acomode
tratando de hacerla hacía atrás para que no se viera el bulto, puse mis manos, por
enfrente y por detrás, para deslizarlas y sentir su suavidad y desprender ese
olor a detergente que tenía, olía a ropa limpia. Note como mi pipi cambiaba y
más me la acomodaba dentro del calzón. Tomé la blusa rosada con escote y
encajes, me la coloque como si me fuera a poner una camisa, se arremangó en
pleno pecho, la acomode para que me quedara bien, estiraba, podía usarla casi
como un vestido, los tirantes quedaban holgados, los tuve que reducir para que
no se cayeran de lado. Busqué un espejo para echar un vistazo de como me iba
quedando la ropa, primero agarre unas sandalias porque el piso estaba demasiado
frio, encontré el espejo, era pequeño, me observe a través de él, me encanto lo
que estaba viendo, sentía como todo, por dentro y fuera, cambiaba en algo misterioso,
nunca antes visto, pero maravilloso al mismo tiempo.
Lo siguiente fue escoger
una falda, no lo pensé mucho y seleccioné la linda minifalda azul con el
detalle de la mariposa, se me hacía más extravagante, más propio de una chica
que quiere lucir bien, las otras faldas eran largas, mejor las deje para otra ocasión.
Metí los dos pies al mismo tiempo, la subí dejando el cierre hacia al frente para
poder cerrarlo, la gire para que la mariposa quedará al frente y poder
acomodarla bien, como la blusa quedaba un poco larga y le robaba vista a la
falda la metí por dentro. Quede lista. Sin más pensarlo me pare en medio de mi
cuarto, tome una postura recta, me pare de puntas y caminaba, paraba para poner
las dos manos en la cintura, ponerme en una posición sexy, como las que veía en
la televisión o revistas, y parar mis labios para hacer besitos. Todo salía de forma
espontánea, parecía que ya estuviera en mí, todos esos movimientos, no tenía
que esforzarme mucho y me gustaba hacerlo, no sentía remordimiento o pena, solo
era felicidad y excitación. Ver en el espejo el resultado de mí primera gran transformación,
me transmitía una enorme felicidad, no me dabas ganas de soltar la ropa, quería
seguir así. De repente me sentaba para
subirme la falda, bajarme el calzón y masajear el pipi, cada vez que lo hacía
me excitaba más, me tocaba y me tocaba y me gustaba, nunca lo había hecho, pero
daba un enorme placer y completaba el momento.
Para continuar
disfrutando, me probé la blusa de manga corta color naranja encima de la blusa
rosada, al momento de abotonarla me percaté que los botones estaban en el lado contrario
al de una camisa de hombre, como la camisa que usaba para la escuela, me dio asombro,
seguí abotonando la blusa, eran algo duro esos botones, ya casi terminaba cuando
oí un ruido, era mi mamá que se acercaba, me puse nervioso, la ropa que pude la
guarde en la almohada, otras entre los peluches, como la ropa que traía puesta,
y otras dentro de las sabanas, medio acomode la cama, apague las luces, me tape
y me hice el dormido. Toco la puerta mi maná, preguntó si ya estaba dormido, no
respondí nada, ella entró, yo con los nervios y el corazón al mil, hasta estaba
sudando, no prendió las luces, busco algo y antes de salir solo dijo que me durmiera.
Una vez que estuve seguro de que se había ido me destape para tomar un respiro,
estaba asustado por esa experiencia de peligro, resultó de mucha adrenalina,
por estar distraído se me olvido que mi mamá podía llegar de sorpresa. Ya no me
probé más ropa, me dio ganas de tocarme más, me subí la falda y baje el calzón,
ahí acostado y semitapado con los pies doblados, para tomar de mi pipi y
tocarla, tanto hasta que salió algo, no sabía que era, cuando salió mi cabeza
se recostó, mis pies se estiraron, sentí como si perdiera el conocimiento y
todo el cuerpo se relajará. Me quede inconsciente por varios minutos acostados,
con la ropa aun puesta, hasta que recordé que no me podía quedar así, además ya
tenía mucho sueño, sentí que eso que había hecho me había dado sueño, me limpie
con un trapo, mismo de la ropa de la almohada que no era de la ropa de mujer,
me cambie rápidamente, ya era muy tarde, guarde toda la ropa, acomode todo y me
dispuse a dormir.
Al día siguiente recordé lo
que había pasado, y me daba alegría porque sentía que mi cuerpo ya estaba
satisfecho, para ser la primera vez no sentí resentimiento, más bien solo en
recordar aquel momento me incitaba a volverlo hacer, de volver a vivir el momento,
me pregunte cuanto duraría todo esto, si era pasajero y vaya que no lo fue.
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